"La perfección no es alcanzable, pero si perseguimos
la perfección podemos alcanzar la excelencia".
Vince Lombardi, entrenador de fútbol americano,
estadounidense de ascendencia italiana (1913-1970). ​

Dos son ya las décadas transcurridas desde que la FDA aprobara la infiltración de la toxina botulínica para uso estético. Desde entonces hasta ahora, mucho ha llovido, pero, sobre todo, mucho ha sido lo posible a hacer con esta toxina en materia de antiaging y otros objetivos de salud y belleza.

Cada vez más aceptada, el popularmente conocido como bótox, la toxina botulínica en realidad no solo trata arrugas suavizando la contracción del músculo, sino que ha demostrado su eficacia por ejemplo en la hiperhidrosis (sudoración excesiva) o para corregir rosácea, cicatrices, foliculitis, acné... Con un avance a destacar, la toxina botulínica cosmética, contenida en distintas formulaciones de productos, cremas y similares, cada vez más avanzada y con mejores resultados.

No obstante, queda claro que el bótox y sus inyecciones siguen siendo los reyes en la consulta. Más ahora que su aplicación, administrada por manos expertas, las del médico estético, consigue resultados verdaderamente espectaculares, naturales e inocuos. Sin duda, una gran herramienta que, aunque decana, continúa contribuyendo día a día al éxito y solvencia de esta profesión y especialidad médica, la medicina estética.

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