Se estima que una de cada ocho mujeres sufrirá cáncer de mama a lo largo de su vida. Según datos de la Asociación Española Contra el Cáncer, en el año 2018 habrá 32.825 nuevos casos de cáncer de mama. Tres años atrás, se registraron 27.700 casos.

"Afortunadamente, los programas de cribado pueden reducir la tasa de mortalidad de este cáncer un 30%, y en la actualidad se tiende a la personalización de estos programas para reducir aún más la mortalidad. Estos programas de screening se prescriben en la consulta del ginecólogo en base a la historia clínica del paciente, en la quedan reflejados los antecedentes familiares, tanto genéticos como posiblemente hereditarios, así como las pruebas que se realizan en la consulta de forma periódica. Por este motivo, es recomendable que todas las mujeres acudan a su ginecólogo en edades tempranas, ya que es la mejor forma de prevenir el cáncer de mama además de cualquier otro tipo de enfermedad ginecológica", explica el Dr. Juan Luna, jefe del Servicio de Ginecología y miembro de la Unidad Integral de Patología Mamaria del Hospital La Milagrosa de Madrid.

Niveles de riesgo

RIESGO BAJO: en este grupo se hallan aquellas mujeres que tienen una mutación genética que produce una alta predisposición a padecer cáncer de mama. "Las mutaciones genéticas más conocidas son BRCA 1 y BRCA 2. Estas mujeres tienen entre un 50 y un 80% más de posibilidades de padecer un cáncer de mama que el resto. Normalmente, estas pacientes han tenido un familiar con la misma mutación, lo que nos hace a los ginecólogos pedir un estudio genético", afirma el Dr. Juan Luna. Para este grupo, se recomienda realizar una resonancia magnética y una mamografía, de forma alterna, cada seis meses a partir de los 25 -30 años.
Dentro de este grupo de riesgo alto también se hallan las mujeres sometidas a radioterapia torácica a edades tempranas. "El protocolo de cribado es el mismo que en las mujeres con mutaciones genéticas, pero debe comenzar a partir de los 30 años de edad" explica el ginecólogo del Hospital La Milagrosa. Este grupo representa en torno al 8 y el 10% de las mujeres.

Existen tres niveles de riesgo: dependiendo de la genética y pacientes radiadas torácicamente a edades tempranas; los antecedentes familiares y la existencia de lesiones benignas potencialmente malignizables; y, por último, el resto de pacientes.

RIESGO INTERMEDIO: se engloban todas aquellas mujeres con antecedentes familiares de cáncer de mama (sin mutaciones genéticas) y que han tenido una lesión potencialmente malignizable en la mama. Este grupo supone entre el 15-20% del total de la población femenina.
Lesiones potencialmente malignizables. Son un grupo muy heterogéneo que incluyen desde lesiones de muy bajo a lesiones de alto riesgo. Las primeras son masas de alta densidad tipo D (cuando se tiene mucho tejido fibroso o glandular, con poca grasa) y fibroadenomas (se perciben como una canica o un pequeño bultito que se puede mover. Dependiendo del tamaño se pueden detectar mediante la palpación). Las segundas son hiperplasias atípicas (acumulación de células anómalas en la mama), cicatrices radiales (se descubren cuando se hace una biopsia de mama con otro motivo y, a veces, pueden deformar la mama), fibrosis esclerosante (agrandamiento de las glándulas productoras de leche) y/o tumores filoides (el crecimiento de las células se produce de forma rápida y en forma de hojas). Las pacientes incluidas en este grupo de riesgo se deben someter a un cribado anual consistente en la realización de una mamografía bilateral y una ecografía de mama a partir de los 40 años de edad.

RIESGO BAJO: es el grupo más amplio, representando el 75% de la población. Son aquellas mujeres en las que el cáncer de mama se presenta de forma ocasional, es decir, sin una causa que justifique su aparición.

El cribado se utiliza en España desde el año 2003, cuando se aprobó según una directiva europea para este amplio grupo de población. Básicamente, consiste en una mamografía bianual entre los 50 y los 69 años de edad.









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